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Economía
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El ingrediente secreto

No es la propiedad pública, ni las leyes o decretos lo que hará el milagro para que la gente viva mejor. Es la capacidad de gestión. Allí es donde falla la posición estatista

economia colombia

¿La provisión de salud, pensiones, electricidad, gas, petróleo o carreteras mejora si las empresas encargadas son de propiedad pública? Muchos creen que sí. Que el sistema de salud se pervierte si se lo gerencia para generar utilidades, que van a las aseguradoras, los hospitales y otros prestadores.

La propiedad privada pareciera un ingrediente que daña a la sociedad y el acceso de la población a servicios clave. Esa visión tiene una larga historia. Platón, Tomás de Aquino, Rousseau y otros consideraron que la propiedad privada era dañina. Karl Marx y Friedrich Engels vieron allí el demonio del capitalismo y la clave de explotación de los trabajadores.

Irónicamente, al tiempo que Marx escribía sus críticas contra la propiedad privada, sucedía, de una forma silenciosa, algo que haría del capitalismo un potente y positivo instrumento de transformación de la vida cotidiana de la gente: la innovación tecnológica y la gerencia.

La crítica al capitalismo se enfocaba en si la propiedad era buena o mal per se, si los propietarios eran o no explotadores. Eso le quitó el ojo a una fuerza tremenda que demostraría que ese sistema sí podía beneficiar a las masas de campesinos y trabajadores, convertirlos en clase media, y darles acceso a la abundante cantidad de bienes que ellos mismos ayudaban a producir.

El capitalismo gerencial es diferente al capitalismo financiero, e incluso al capitalismo emprendedor. Estos últimos fueron agriamente criticados, por la natural antipatía frente unos puñados de señores que amasaban descomunales fortunas, como David Rockefeller en refinación de petróleo, Andrew Carnegie en acero, Cornelius Vanderbilt en transporte a vapor y ferrocarriles, y John Pierpont Morgan en banca y finanzas. El enfoque regulatorio anti-trust y anti-monopolista surgió contra esa centralización de la propiedad y el poder económico.

No obstante, la discusión sobre las bondades y defectos del sistema económico se debe centrar menos en la propiedad y más su eficacia. ¿Cómo surgió el capitalismo gerencial? Nació entre 1840 y 1890, en la industria de los ferrocarriles. Hasta entonces, pequeños productores locales abastecían los mercados cercanos. Con los ferrocarriles, se abrió la posibilidad de vender infinidad de bienes a familias casi en cualquier parte. Apareció una nueva dimensión de problemas, de comercialización, distribución y entrega a las familias, que en esa época vivían más en el campo que en la ciudad.

En adelante, además de los creadores de las empresas, el éxito dependía de un nuevo tipo de expertos, encargados de manejar ingentes cantidades de información, racionalizar la toma de decisiones, juntarse en comités, hacer planes logísticos y ejecutarlos en geografías extensas. Esto dio paso a una nueva “clase social”, de administradores de todos los niveles, altamente entrenados, separados de los fundadores y creadores de las empresas. De hecho, los Rockefeller y compañía cedieron la administración a gerentes profesionales.

Alfred D. Chandler Jr. lo describió en un magnífico libro, La mano visible, La revolución en la dirección de la empresa americana. La experiencia precursora de gerencia en los ferrocarriles se extendió pronto a otras formas de transporte y telecomunicaciones (buques a vapor, telégrafos, autos movidos por motor de combustión interna), que aumentaron el volumen, el alcance y la velocidad y de los bienes comerciados. La comunicación telegráfica, a través de la conexión eléctrica, llevó a instalar la red de telégrafos administrada por una entidad, Western Union. Algo similar ocurrió con la industria química (Du Pont), la producción de maquinaria (General Electric), la producción y refinación de petróleo (Standard Oil), los teléfonos (AT&T), el caucho, los alimentos y así sucesivamente.

La clave del nuevo “capitalismo gerencial” era la producción en masa y la capacidad de distribución a los hogares. Eso demandaba expansión geográfica creciente, mercadeo, eficacia, eficiencia, perfeccionamiento de procesos y menores costos que la competencia. La producción y distribución masiva redujo los precios, lo cual llevó a que un sinnúmero de bienes y servicios estuviera al alcance de cada vez más trabajadores, granjeros y campesinos.

Es la gestión, estúpido, no la propiedad. La gestión supuso la competencia entre empresas (que solían ser oligopolios, es cierto), y presionaba por atraer a los consumidores con precios más bajos y más artículos disponibles.

A su vez, la expansión de los negocios absorbió una creciente masa urbana de operarios, asistentes, técnicos, supervisores, contadores, secretarías, en más y más subdivisiones del trabajo administrativo. La llamada “gerencia media” fue la clave para el surgimiento de la llamada “clase media”, a la que pertenece el 70% de la población. El ascenso social y el acceso a servicios, calidad y nivel de vida mostró que el sistema económico funciona. Las clases trabajadora y media, urbana y rural, son la clave del sistema económico, su estabilidad social y política.

¿Se puede lograr esto bajo el monopolio del Estado? Difícilmente. Si no hay el premio continuo de las ganancias, el castigo constante de la competencia, y la presión de los clientes por comprar a un precio menor, ¿por qué esforzarse en llevar de todo a todo el mundo, a los menores precios posibles? Gerencia, eficiencia, alcance y competencia por precios bajos, presuponen la propiedad privada.

En 1867, cuando Marx publicó El capital, eso era invisible. Justo en el momento que el señor predicó acabar con la propiedad privada, y cambiarla por la propiedad pública, el capitalismo gerencial empezaba una nueva fase, literalmente “revolucionaria”. En adelante, la clave sería la capacidad de gestión en industrias con inmenso alcance geográfico, tremendos desafíos de distribución, planeación, demandas continuas de capital y financiamiento y toma de riesgos inusitada.

Vuelvo al debate actual. Hoy se pregunta si deben ser públicas o privadas las empresas que proveen salud, pensiones, carreteras, gas, electricidad, entre otros servicios. Como si la propiedad pública tuviera cualidades mágicas. No es la propiedad pública, ni las leyes o decretos lo que hará el milagro para que la gente viva mejor. Es la capacidad de gestión. Allí es donde falla la posición estatista.

La gente ha visto con suspicacia a las grandes empresas, pues eso parece violar los valores democráticos. Por supuesto, la regulación, las leyes anti-trust y anti-monopolios son esenciales, pero eso no implica estatizar los servicios.

Para volver al presente, el debate sobre la propiedad del sector salud en Colombia es equivocado. Si para que 1) los medicamentos estén disponibles en las cantidades necesarias, 2) lleguen a los pacientes donde quiera que éstos estén, 3) se den las citas médicas a la mayor prontitud, antes de que el paciente empeore o muera, 4) se apliquen los tratamientos y las cirugías, y 5) se controle los costos del sistema, debemos aceptar que haya una gerencia eficiente que viene con la propiedad privada, regulada y supervisada por el Estado, que así sea.

El ingrediente secreto del desarrollo y el crecimiento, tanto de una empresa como de la economía en su conjunto, es la calidad de la gestión. Los economistas la relegan al llamado “residuo de Solow” (excúseme el lector lego por este terminacho). Por eso no logran entender el ingrediente secreto del éxito económico.

Ni qué decir los políticos, que en lugar de eficaces gerentes, nombran a gente incompetente para dirigir las empresas e instituciones, y las entregan a intereses venales, que las pueblan con aliados y familiares. Luego, en consejos de ministros televisados, manifiestan su asombro porque nada funciona, nada avanza y nada se ejecuta. ¿Qué esperaban, que gente mala hiciera cosas buenas?

El ingrediente secreto no es la propiedad, es la gestión. De eso hay que saber. Si se elige gente que no entiende ni sabe de gestión, seguirá la confusión y la desazón porque las cosas no funcionen.

La expresión “ingrediente secreto” la tomé de Kung Fu Panda, donde aparece en toda su dimensión lo que nos jugamos si desconocemos qué es, quién lo tiene y cómo usarlo.

Para entender a cabalidad el mensaje de este artículo sugiero ver la película Kung Fu Panda (la primera de la serie).

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